“Los niños de hoy no saben jugar”, es una afirmación que escucho muy a menudo. Quizás tú también la hayas escuchado o incluso la hayas mencionado alguna vez al ver a los niños y niñas de hoy en día pegados a una pantalla, inmóviles, sin hacer ruido, sin salir a la calle.
La conducta que observamos puede que incluso esté promovida por sus propios padres: es mucho más fácil poner a un niño delante de un smartphone para que juegue y se entretenga a que te “moleste” cuando has llegado de trabajar tras un día duro, además tu hijo te lo agradece ¿no? Y piensas en ese tópico cada vez más popular de “los nativos digitales” para apoyarte y justificar su uso.
Es cierto que el abuso de la “Tablet niñera” no tiene por qué ser la causa que convierte a las jóvenes generaciones en expertos en el mundo digital, simplemente han nacido rodeados de tecnología y, por tanto, sus juegos, su entretenimiento, también se relaciona con lo virtual.
No hablamos pues de que los menores no sepan jugar, si no que el juego se transforma. Hace cuarenta años los niños jugaban al fútbol en la calle, hace diez empezarón a jugarlo en la Play Station con juegos como el FIFA y, probablemente, en menos de quince, los niños del futuro jueguen al fútbol con amigos en su casa por medio de la realidad virtual. Con este ejemplo se expone que no se trata de la carencia de recursos para jugar, si no que el juego se transforma y se adapta al tiempo y al espacio donde se da.
La preocupación en este tema es comprensible, pero también hay que entender esta variante de transformación y adaptación a la que se suma la cantidad de tiempo libre con la que contamos, tiempo cada vez mayor. Puede que una mala gestión de nuestro tiempo libre nos conduzca a conductas perjudiciales, o sea, la carencia de recursos de ocio y tiempo libre puede desembocar en conductas que no nos favorezcan. Quizás esta sea una de las principales causas de las tecnoadicciones y otros ciberproblemas asociados a las TIC, donde se mantiene una conducta adictiva sostenida durante un tiempo, un tiempo libre mal gestionado, dedicado al uso incontrolado de la tecnología que puede trastocar la conducta del individuo.
Por esta razón vemos conveniente educar en ocio y tiempo libre alternativo, ofrecer a las personas las herramientas necesarias para generar y buscar recursos que “llenen” su tiempo libre, evitando así tecnoadicciones y mejorando la interacción con los demás, donde se valora el momento físico, el espacio compartido de manera presencial, y se promueve la civerconvivencia al fomentar unos valores de respeto y cuidado del otro.
No por ello negamos la evolución del mundo de la Información y Comunicación en el que hoy vivimos, pero no debe ser el único espacio donde crecer, aprender, educar y jugar, debe ser complementario ya que forma parte de la realidad, aunque no es lo único y por eso incidimos en ello. De esta manera, podemos afirmar que creemos en el buen uso de las TIC, en la oferta de ocio tan variada y potente que genera y, a su vez, defendemos el ocio alternativo como una herramienta más que aporta un desarrollo integral de la persona.