Las “fake news” y el riesgo para las democracias

Bulos, desinformación, fake news… Diferentes términos para denominar lo que siempre se ha conocido como información falsa o, simplemente, mentiras. Si bien es verdad que los bulos han existido desde el albor de los tiempos, la llegada de Internet ha supuesto que las noticias falsas tengan un mayor recorrido y más impacto de una forma, además, prácticamente gratuita.

Sin embargo, la desinformación se ha venido utilizado, ya desde tiempos inmemoriales, como un arma básica de desestabilización. Por ejemplo, la historia bélica nos ha demostrado que, en no pocas ocasiones, los servicios de inteligencia de los estados contendientes han utilizado herramientas de desinformación para confundir al enemigo y hacerlo más vulnerable.

Al fin y al cabo, los bulos lo que consiguen es precisamente eso, hacernos más vulnerables, no solamente al engaño, sino también a la manipulación o incluso a nuestra integridad física.

Estas situaciones que parecen más propias de la guerra fría, están hoy a la orden del día y es que las fake news están siendo utilizadas para debilitar las democracias y desestabilizar social y políticamente a los países.

Las fake news son utilizadas para debilitar las democracias y desestabilizar social y políticamente a países como España

La irrupción de las redes sociales y la utilización de estrategias de ingeniería social han impulsado esta práctica y hacen que los propios ciudadanos seamos cómplices de nuestro propio engaño, condicionando en muchos casos nuestras ideas y convicciones sobre determinados temas.

Parece algo preocupante y lo es. Tanto que los gobiernos y alianzas internacionales, como la Unión Europea, están trabajando para intentar poner solución y proteger a sus ciudadanos ante la desinformación. Y lo están haciendo, ni más ni menos, desde el ámbito de la seguridad y la defensa, entre otros.

De hecho, la desinformación se ha convertido en una de las principales preocupaciones para los estados democráticos y el propio Parlamento Europeo aprobó en 2019una resolución en la que alertaba sobre “la injerencia extranjera para influir en los procesos democráticos”.

En este sentido la Unión Europea cuenta ya con un Plan de Acción contra la Desinformación y con un equipo especializado, el EU Mythbusters, para luchar contra las fake news.

También España se ha visto afectada por los bulos en no pocas ocasiones. Lo hemos podido ver durante los últimos escenarios electorales, a lo largo del juicio del procés y, de hecho, lo vivimos casi a diario en los vaivenes de la agenda política del país. Y es que ya nunca tenemos la certeza de quién ha dicho qué o de quién ha hecho qué.

La desinformación en situaciones de emergencia puede poner en riesgo la vida de personas

Todavía más preocupante es el caso de los bulos que afloran en situaciones de emergencia y que ponen en serio riesgo la vida de personas. Por mencionar un ejemplo, no son pocos los grandes incendios forestales que asolan cada verano nuestro país y en los que las redes sociales se convierten en un altavoz para pedir voluntarios que supuestamente deben ayudar en las labores de extinción. Información, muchas veces anónima y sin respaldo oficial, que lo único que provoca es la complicación del trabajo de los servicios de emergencia.

Algo similar ocurre con las falsas amenazas de atentados terroristas o con otras crisis como puede ser la del coronavirus. Y aunque las administraciones públicas hacen verdaderos esfuerzos para manejar el discurso informativo, parece que las noticias falsas siempre llegan más lejos que la información oficial.

Resulta paradójico, además, que todo esto ocurra en un momento donde los avances tecnológicos han hecho posible que dispongamos de una cantidad de información en tiempo real nunca antes imaginada. Quizás no estamos aún preparados para manejar tal cantidad de información o, simplemente, hayamos perdido la capacidad de discernir lo que parece cierto de lo que realmente lo es.

Detener la difusión de bulos puede ser algo sencillo si los ciudadanos nos lo proponemos y, de hecho, lo tenemos muy fácil. Debemos ser conscientes de que este riesgo existe, de que alguien puede querer que nos creamos una noticia que es mentira y, por supuesto, debemos verificar la información antes de difundirla. ¿Cómo? La mejor forma de hacerlo es recurrir siempre a las fuentes de información oficial y, en caso de que estas permanezcan mudas, informarse por varios canales que sepamos que son confiables y siempre contrastando.  De otro modo solamente estaremos contribuyendo a menoscabar la verdad, la convivencia y a convertirnos en ciudadanos menos libres.

Firmado: David Ferrero, @FerreroPC

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