En Ideorama presentamos al voluntario Felipe Torrealba Herrera que presenta cómo en la actualidad Internet y las redes sociales son parte de nuestra realidad. Lo digital está insertado en la vida cotidiana tanto de jóvenes como de adultos. Y en el caso de niñas, niños y adolescentes viven sus interacciones digitales como un continuo, diluyendo las diferencias entre la vida offline y las interacciones online.
Es por ello que no es de extrañar que determinadas dinámicas que ocurren en la vida real se repliquen en las redes sociales. Un ejemplo bien documentado es el vínculo entre el acoso escolar o bullying y el ciberbullying. Sin embargo, otro ejemplo que merece la pena señalar son las relaciones que ocurren entre el acoso en espacios públicos y el que ocurre en el mundo digital.
Para entender mejor este problema tenemos que preguntarnos primero qué son el acoso callejero y el acoso virtual.
Según OCAC (2015), acoso callejero son “prácticas de connotación sexual ejercidas por una persona, en espacios públicos como la calle, el transporte o espacios semi-públicos; que suelen generar malestar en la víctima. Estas acciones son unidireccionales, es decir, no son consentidas por la víctima y quien acosa no tiene interés en entablar una comunicación real con la persona agredida”.
Por su parte el acoso virtual o ciberacoso es, según UNICEF, “el acoso o intimidación por medio de las tecnologías digitales”. Incluye amenazas, hostigamiento, acoso o, incluso, humillación sexual reiterados que se han masificado por las mismas redes sociales o de mensajería, violando la privacidad y los derechos básicos de las víctimas.
Según la ONG Save the Children, las tres formas de ciberacoso más comunes en los últimos años son:
- Happy slapping: grabación de una agresión física, verbal o sexual a un menor, que se difunde y comparte a través de Internet. Esto puede ir desde el envío en un grupo de Whatsapp hasta su publicación en las redes sociales o en una página web.
- Grooming: el online grooming o ciberembaucamiento es un tipo de ciberacoso que consiste en el engaño o abuso sexual online por parte de un adulto hacia un niño o niña.
- Sexting sin consentimiento a menores: consiste en el envío de fotografías o conversaciones de menores con contenido erótico a terceras personas, sin el consentimiento del menor.
Relaciones entre ciberacoso y acoso callejero
Con estas definiciones en mente podemos observar que hay algunos puntos en común: la dinámica es unidireccional, no es consensuada y hay un efecto nocivo sobre el bienestar de la víctima.
Y si bien es cierto no todo acoso virtual es sexual, es cuando aparece este componente que ambos conceptos se relacionan más estrechamente. El anonimato (ya sea en lugares públicos o en la red) ampara conductas perniciosas de connotación sexual que tienen como principales víctimas a las mujeres de diferentes edades.
¿Sabías que el 80% de las mujeres de entre 15 y 25 años ha sufrido acoso en grandes ciudades y qué solo el 10% presenta la denuncia? ¿O que más del 30% de las jóvenes ha sufrido acoso virtual y algunas lo sufrieron por primera vez entre los 8 y los 9 años de edad?
Diferentes estudios avalan que tanto en el acoso callejero como en el ciberacoso las principales víctimas son mujeres.
Respecto al acoso callejero, según el informe ‘Safer Cities for Girls’ (Ciudades más seguras para las chicas), elaborado por la ONGD Plan International y la Universitat Oberta de Catalunya revela que casi 8 de cada 10 jóvenes entre 15 y 25 años de Madrid, Sevilla y Barcelona han sufrido acoso callejero. Además, en un 66% de los casos señalan que son acosadas por ser mujeres. Otro estudio internacional de Ipsos (2021) realizado con más de 15.000 participantes, señala que 1 de cada 3 mujeres sufrió acoso en espacios públicos durante 2020 y que 1 de cada 2 mujeres afirma no sentirse segura en un espacio público.
En relación al ciberacoso los datos son igualmente reveladores. Según UNICEF, el 42,6% de las niñas ha declarado sufrir ciberacoso, frente al 36% de los niños. En el caso del ciberacoso sexual una encuesta de la Unión Europea revela que el 20% de las mujeres entre 18 y 29 años de toda Europa han declarado sufrir ciberacoso sexual desde los 15 años de edad.
Consecuencias
En ambos casos hay consecuencias en el comportamiento de las víctimas. Algunos ejemplos recogidos por los estudios son:
- El 75% de las mujeres evita ciertos espacios públicos para evitar el acoso. El 59% de ellas adapta su ropa y su apariencia cuando sale a la calle y el 54% evita determinados medios de transporte.
- En el caso del ciberacoso, el 66% de las víctimas siente impotencia, el 61% tiene problemas para dormir y el 55% sufre pánico, ansiedad o estrés.
Pero también hay consecuencias perniciosas para los testigos en ambos casos. Una situación reiterativa donde se visualiza constantemente el acoso, puede producir en los compañeros/as observadores una serie de consecuencias como, un aprendizaje de actitud pasiva, complaciente y tolerante ante la injusticia, y una percepción equivocada de valía personal.
Acciones: protocolos y la necesidad de educar
Visto lo anterior, no es de extrañar que el 90% de las jóvenes que han sido acosadas en la calle aseguran que no recibieron ningún tipo de ayuda de quienes estaban presentes. Y, como hemos visto anteriormente, similares consecuencias psicológicas tiene el ciberacoso.
Entonces, ¿qué podemos hacer si somos testigos de cualquiera de estas formas de acoso? Por supuesto que al ser dos contextos diferentes hay formas diferenciadas de actuar, pero también algunas similitudes.
Por ejemplo, en el caso de los espacios educativos (formales o informales) en ambas circunstancias es recomendable la existencia y aplicación de un protocolo de actuación, que son un conjunto de normas, reglas y conductas sociales a conocer, respetar o incorporar a nivel social, laboral e institucional. Sirven para guiar o regular acciones concretas para evitar incidencias y facilitar el respeto, la integración y la comunicación.
Un protocolo de actuación debe tener una serie de pasos a seguir, medidas y objetivos y es esencial que el protocolo esté adaptado al entorno en el que está. Un ejemplo aplicable a ambos casos es el que ofrece Cruz Roja, que se puede condensar en tres apartados:
- En primer lugar, cuando se detecta un episodio de acoso es recomendable actuar de forma pausada y tranquila para detener la situación en el momento.
- Luego hay que tener en cuenta si se trata de un hecho aislado o en cambio, se mantiene en el tiempo. Es decir, una vez visualizada la posible situación de acoso, hay que estar atentas de las personas implicados/as, con el fin de valorar si estos actos vuelven a repetirse a lo largo de la actividad. Se trataría de hacer un seguimiento para comprobar si se trata de un problema real y reiterado o en cambio, se trata de un enfrentamiento puntual.
- Por otro lado, observar si la víctima es siempre la misma persona, es decir, aunque el acto de maltrato que se acaba de detectar no se repita exactamente, es importante visualizar si la supuesta víctima sigue recibiendo ataques ya sean físicos, verbales, psicológicos o de otra tipología, por parte de la misma persona u otros compañeros/as. En ocasiones, los ataques no tienen porqué ser directos, sino que también se producen indirectamente por parte de los testigos, por ejemplo, a través de risas sobre la situación de maltrato.
- Ver si aparece rechazo social, es decir, observar si permanecen conductas de rechazo entre iguales, por ejemplo, aislando a la víctima al grupo y provocando entre ellas una relación interpersonal no equitativa.
Otro ejemplo, aplicable al acoso callejero, son las 5D de Hollaback (Dirigir, Distraer, Documentar, Delegar y Dar Asistencia).
En todos los casos, ya sea acoso callejero o digital, tanto si se conocen a las partes implicadas (y si se conocen entre sí, por ejemplo por estar escolarizados en el mismo centro) como si no (cuando el acosador es un desconocido), lo primero es detectar y detener la situación la cual uno es testigo, ya sea distrayendo a la víctima de forma sutil de su atención a la agresión o bien delegando e informando a una persona de autoridad. Luego debemos atender las demandas psicológicas de la víctima.
¿Cómo te puede ayudar Ideorama?
Para Ideorama, la educación es primordial a la hora de abarcar temas como el acoso, tanto escolar, virtual como callejero. Para ello, realizamos intervenciones en aula donde podemos conocer la visión que tienen los y las jóvenes acerca de la red, compartir estrategias para un uso más seguro de las redes y resolver sus dudas acerca de conceptos actuales. Entre estos conceptos, tratamos con frecuencia las diferencias entre sexting y sextorsion, hablamos sobre el consentimiento y sobre el respeto. De esta manera, en Ideorama trabajamos arduamente para dar a conocer las realidades que hoy en día vivimos, para así poder cambiarlas y generar espacios más seguros para los y las jóvenes.
Sumado a ello, en Ideorama también organizamos talleres y participamos en eventos para concienciar a jóvenes, familias y profesores sobre ello.
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